El ‘rastro’ legal de la Matanza de Chicago

12/07/2024

El 13 de julio de 1966, la ciudad de Chicago se vio sacudida por uno de los crímenes más atroces de su historia. Richard Speck, un marinero fracasado y adicto al alcohol y las drogas, irrumpió en la residencia de estudiantes de enfermería del South Chicago Community Hospital, donde desató un infierno. Armado con una pistola y una navaja, Speck violó y asesinó a ocho jóvenes enfermeras, dejando una marca imborrable en la memoria colectiva estadounidense. Casi seis décadas después, Sergio Cámara Arroyo, profesor de Derecho Penal y Criminología de la UNED, analiza la tragedia desde una perspectiva jurídica situada en un contexto sociopolítico “bastante convulso”, pues en aquellos años, el sistema legal estadounidense estaba influenciado por movimientos sociales época –la segunda ola del feminismo, la lucha por los derechos de los ciudadanos afroamericanos y los movimientos pacifistas que se oponen a la Guerra de Vietnam y ven con recelo el poder omnímodo del Estado- que abogaban por una revisión de los estándares legales, incluyendo la pena de muerte.

 

Sergio Cámara Arroyo

 

La captura y el juicio de Speck fueron muy mediáticos. Su detención se logró gracias al retrato robot realizado en base a la descripción facilitada por la única superviviente, Corazón Amurao, en concreto por uno de los tatuajes que tenía en su brazo "Born To Raise Hell", que puede ser traducido literalmente como "nacido para desatar el infierno". Esta información, combinada con las trampas tendidas por la policía, como la creación de un falso rumor sobre un nuevo buque que necesitaba personal para ir a Nueva Orleans, fue lo que finalmente llevó a Speck a ser localizado, explica el profesor Cámara.

 

Speck finalmente fue declarado culpable y condenado a muerte. “El 15 de abril”, relata Cámara, “después de sólo 49 minutos de deliberación, el jurado volvió con sus conclusiones. Speck fue declarado culpable de los ocho asesinatos y fue condenado a muerte por silla eléctrica, vigente por aquel entonces en el Estado de Illinois en el que había sido juzgado. La fecha de la ejecución se fijó para el 22 de noviembre de 1968, pero por temas burocráticos esta no se produjo. Se suspendió inmediatamente la ejecución para que el caso pudiera ser examinado por un tribunal superior, pero el 22 de noviembre de 1968, el Tribunal Supremo de Illinois ratificó esa sentencia. Sin embargo, se realizaron más exámenes de su caso y, el 28 de junio de 1971, la Corte Suprema dictaminó que se le debía conceder otra sentencia después de descubrir que más de 200 posibles miembros del jurado habían sido excluidos por la fiscalía porque tenían opiniones religiosas o morales contrarias a la pena capital”.

 

 

El juicio también reveló detalles perturbadores sobre la naturaleza de los crímenes. La fiscalía presentó pruebas de que Speck había atado, violado y asesinado metódicamente a las enfermeras durante varias horas. "Los detalles escalofriantes del caso, junto con la evidencia forense, como las huellas dactilares de Speck en la escena del crimen, sellaron su destino legal", añade el profesor.

 

La defensa de Speck intentó argumentar que su cliente no estaba en su sano juicio en el momento de cometer los crímenes, apelando a su historial de abuso de sustancias y problemas mentales. Sin embargo, los testimonios de los expertos forenses y psicólogos de la fiscalía contrarrestaron estos argumentos, estableciendo que Speck era plenamente consciente de sus acciones. "El debate sobre su estado mental en el momento de los crímenes fue un punto crítico del juicio", comenta Cámara.

 

“El diagnóstico acerca de la imputabilidad de Speck, es decir, su capacidad para ser responsable penalmente, fue otro de los aspectos polémicos durante el proceso. El defensor público asignado a Speck, el abogado Gerald Getty, buscó docenas de expertos psiquiátricos tratando de encontrar al menos uno que afirmara que Richard estaba clínicamente loco y no podía ser considerado responsable de sus acciones durante la noche en cuestión, pero no lo logró”. “Se dice”, añade Cámara, “que el terrible crimen estuvo motivado por la difícil relación de amor-odio que Richard Speck mantenía con el género femenino, fuente principal de su frustración e ira. El doctor Ziporyn, su psiquiatra en la prisión y posterior biógrafo, llegó a afirmar que, a su juicio, el odio que tenía hacia las mujeres era resultado de la animadversión que sentía hacia su madre –a la que, por otro lado, idolatraba- por haber ‘traicionado’ a su difunto padre, volviéndose a casar con un hombre alcohólico y maltratador”.

 

En 1972, la sentencia de Speck fue conmutada a prisión debido a un fallo de la Corte Suprema que cuestionó la selección del jurado original. "Este caso contribuyó al debate respecto a la conformación de los jurados populares y la aplicación de la pena capital a criminales con trastornos psiquiátricos", explica Cámara. La defensa había argumentado que el jurado había sido seleccionado de manera sesgada, lo que llevó a la Corte Suprema a revisar el caso y conmutar la sentencia de muerte a prisión perpetua.

 

Richard Speck, junto a su abogado, en el momento de escuchar su sentencia de condena a muerte

 

Impacto y legado

La matanza de Chicago tuvo un profundo impacto en la sociedad estadounidense y en su sistema judicial. Aunque no provocó cambios legislativos inmediatos, sí planteó importantes discusiones sobre las garantías procesales y la eficiencia de la pena de muerte. "El trabajo realizado por la defensa de Speck fue un ejemplo de reivindicación de garantías procesales en materia de acervo probatorio", apunta el profesor. “Mientras que para la fiscalía el fin justificaba los medios, el abogado de Richard Speck pudo desmontar muchas de las pruebas que se presentaron en el procedimiento, pues se había incurrido en múltiples irregularidades”.  

 

"Este caso”, desarrolla Cámara, “mostró la importancia de las pruebas testimoniales y forenses en la administración de justicia. El relato detallado de Corazón Amurao no solo fue crucial para la condena de Speck, sino que también subrayó la necesidad de proteger a los testigos y garantizar la integridad de sus testimonios", añade. “Se intentó dar una protección especial a la principal testigo del caso manteniéndola alejada de la prensa. De hecho, se la instaló en un apartamento bajo vigilancia las 24 horas e, incluso, se llevaron a cabo los trámites pertinentes para traer en avión a su madre desde Filipinas. Además, para evitar que la tensión de testificar con Speck delante en el tribunal pudiera derrumbar a Corazón, el Fiscal del Estado urdió una curiosa técnica para conseguir que la principal testigo reconociera al asesino antes del día de la vista: a pesar de las reticencias de la mujer, hizo que llevaran a Corazón al hospital donde se encontraba ingresado Speck en ese momento, vestida con su uniforme de enfermera. Tras fingir que realizaba una ronda como parte del personal sanitario, hizo que entrara en la habitación de Speck. Derrumbada por la presión reconoció al asesino de sus compañeras de piso”.

 

En este sentido, continúa el profesor, “el abogado Getty, fue especialmente crítico con los métodos utilizados por el Fiscal del Estado. Apeló con varias mociones cada uno de los pasos de la investigación y logró que se excluyeran pruebas vitales del procedimiento. Así, por ejemplo, hizo ver que la pistola que había usado Richard Speck había sido incautada en un registro ilegal”.

 

Hoy, a décadas de la tragedia, la figura de Richard Speck sigue siendo un ejemplo paradigmático del asesino múltiple desorganizado, y su caso un recordatorio de la necesidad de un sistema judicial justo y equitativo. "La matanza de Chicago no solo cambió vidas, sino que también dejó una huella en la historia legal de Estados Unidos", concluye Cámara.

 

 

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